¿Por qué hacemos lo que nos provoca daño? La simulación.

Por un lado sabes que lo que te está pasando está bastante mal, es destructivo y nocivo, sin embargo no puedes dejar eso que te daña, estás convencido (a) de la toxicidad de las acciones, sin embargo, pese al convencimiento, los intentos, los límites, nada funciona, terminamos regresando a realizar eso que amenaza nuestro equilibrio emocional. Y es que ese desequilibrio ha formado nuestro equilibrio, eso es lo que nos resulta familiar, esa es nuestra memoria celular, nuestra tendencia natural, eso ha sido determinado por medio de nuestra crianza. Nuestra estructura psíquica asume que hay algo que es nocivo, que daña, sin embargo se aferra a realizar aquello que le destruye, se entrega mediante el autoengaño, no es autoengaño si se es consciente de ello, los autoengaños están blindados de un mar de explicaciones, razones y justificaciones como “tolero esto y no le dejo porque le amo…”, en este caso el amor es la razón que sustenta y disfraza las verdaderas razones por las cuales no le dejamos. Sin embargo, como todo síntoma neurótico presenta una ambivalencia, por un lado la persona sufre y se queja, su único goce es en la fantasía, en el futuro con lo que podría ser y en el pasado con la exagerada interpretación de lo que fue, pero en el presente la persona no goza, sufre.  A causa de ese sufrimiento tiene un ligero contacto con la realidad, sabe la razón de su sufrimiento, se da cuenta que existe un agente nocivo que le causa ese mal, es la persona, es su manera de querer, su falta de valor o el autodiagnóstico de codependencia, no hay blindaje mejor que recubre una neurosis histérica que el autodiagnóstico, sirve para justificar los estados vergonzantes que se viven, de esa manera la persona es un pobre enfermo que no tiene responsabilidades sino que es la propia enfermedad la responsable de que se realicen aberraciones, la ganancia secundaria de la persona “enferma” es que debe ser comprendida y conmiserada, exige ser querida y venerada con todo y sus aberraciones.  La persona simula y simula porque revela su malestar, la mejor manera de esconder algo es mostrando parcialmente. La persona muestra y exhibe a su agresor, recibe la empatía, el valor, la comprensión y el apoyo de su entorno, la persona genera expectativas, los suyos sacan el dote narcisista para salvar al pobre ingenuo, el narcisismo les protege de saberse ingenuos frente a un simulador inconsciente. No se han dado cuenta que le han otorgado valor, atención, respeto y cariño mediante una aberración que no se ha consumado, el cuadro se completa cuando la persona entra en contacto con la realidad, asume que su situación es insoportable, intolerable, que aquella persona o situación solo le ha generado malestar y desequilibrio, que no puede seguir así, los suyos se animan ante tal brote de conciencia, se esperanzan y le alientan. El cuadro se completa cuando la persona que se ha convencido decide actuar en sentido contrario, ha consumado la aberración de saber que algo le destruye, debe dejarlo y decide entregarse a ello pese al respaldo, atención y cariño, a pesar de la conciencia de eso que le hace daño. Ha demostrado que los suyos son ingenuos, exhibió a su agresor, todo mundo mira al agresor y le desprecia, sin embargo no notan que en la exhibición hay una agresión, ha avergonzado al despreciable ser que le genera tanto daño, finalmente decide avergonzar a los suyos, pronto se enemista con aquellos a los que incito inicialmente a despreciar a su verdugo, les desprecia, desprecia sus consejos, su atención y su cariño, les avergüenza ignorándolos. Obtuvo una doble recompensa, ha robado afecto aunque avergüence a los salvadores, ha avergonzado y exhibido a su agresor, le ha colocado en una posición de ser un sujeto despreciable que necesita cambiar y reformarse, ahora obtiene otro beneficio, ha logrado que el lobo se transforme en un cordero, por un momento todo lo ha logrado, todo lo puede, incluso gozar en la insatisfacción. Todo sin darse cuenta.  ¿Qué hay entre la neurosis y la psicosis? Si, acertaste, la perversión.