¿Por qué nos cuesta tanto olvidar a una persona?



Seguramente estás atravesando una crisis a cuenta de un desamor y estás experimentando una oleada de emociones encontradas al mismo tiempo, desde extrañar a la persona, sentir enojo, frustración, esperanza, desilusión, entre tantas cosas más. Probablemente piensas que estás sufriendo de bipolaridad o alguna afectación grave, conserva la calma que esto no es así.

Todos los cambios generan estrés, de hecho nuestro cerebro ha generado mecanismos fisiológicos y mentales para enfrentarlos. La novedad es un reto bastante complejo para nuestro cerebro, busca antecedentes en el pasado para evaluar el tipo de situación que estamos viviendo, es por eso que comer un platillo exótico o desconocido “nos sabe a pollo”, por citar un ejemplo. El cerebro se enfrenta a la novedad mediante pequeñas dosis de dopamina, esto permite que experimentemos una sensación de expectativa, emoción y entusiasmo. Sin estas dosis no podríamos hacer cosas tan sencillas como subirnos a un juego mecánico por primera vez. En ese sentido el cerebro ha desarrollado mecanismos para enfrentarnos a la novedad. 
Sin embargo no todos los mecanismos para enfrentar la novedad son efectivos, depende de muchos factores, el tipo de expectativa que se tiene por ejemplo respecto a una relación (es una relación única, o es pasajera, etc.), el estado físico de la persona, el índice de control de impulsos y habilidades como inteligencia emocional. Cuando las expectativas generadas por una relación son altas, no hemos aprendido a tolerar la frustración y nos enfrentamos a una separación, se desata una crisis bastante significativa. 
En 1960 desde el ámbito de la medicina psicosomática se diseñaron las primeras escalas de cambios vitales, consistían en evaluar diferentes situaciones que fueran potencialmente estresantes, al enlistar las situaciones se asignaban unidades de cambio vital para medir la intensidad del estrés, estas unidades iban de 0 (menor intensidad) a 100 (mayor intensidad), hoy en día se ha llegado a la conclusión en esos términos de que una ruptura en la relación de pareja posee 58 unidades de cambio vital, es decir, es una situación bastante estresante, sin embargo, la muerte de un cónyuge alcanza las 92 unidades de cambios vitales, la muerte de un hijo 123 unidades de cambios vitales, una reconciliación suma 62 unidades de cambios vitales, es decir, es más estresante reconciliarte que separarte. Se sabe que hay tres tipos de situaciones que generan estrés; las microestresantes (Situaciones cotidianas como llegar tarde a trabajar), las mezzoestresantes (Situaciones como la pérdida del empleo, un divorcio) y las macroestresantes (una guerra, una crisis económica, situaciones en donde la sociedad en conjunto se ve afectada), las situaciones de estrés en el nivel mezzo son las más comunes y numerosos estudios ( Dohrenwend, Krasnoff, Askenasy y Dohrenwend., 1978; Holmes y Rahe, 1967) indican el grave impacto de estos en la salud física y mental.

LA ADAPTACIÓN
Según Piaget aprendemos mediante la elaboración de esquemas mentales, los formamos mediante una asimilación de la información (usamos un peine para otra cosa, pero no para peinarnos), acomodación (entendemos la función del peine y lo usamos para peinarnos), cuando acomodamos la información estructuramos un modelo mental que se usa para micro o macro tareas. El aprendizaje implica una nueva asimilación, acomodación y la fractura o el desuso de un viejo modelo mental (Sabemos gatear pero preferimos caminar por qué los retos de la vida cotidiana implican ese nivel de movilidad), nuestro cerebro ha formado vías de funcionamiento de actividades que ejecutamos constantemente, hay una gran cantidad de cosas que ejecutamos diariamente, le llamamos rutina, nuestro cuerpo esta perfectamente adaptado a esas rutinas y ha alcanzado un equilibrio, cuando aparece una ruptura (esperada o inesperada) estaremos enfrentándonos a un alto nivel de estrés, aquí hay 3 caminos, el más sencillo increíblemente es la aceptación de la ruptura, tenemos impresionantes mecanismos de adaptación, el segundo camino es más complicado consiste en restaurar la relación (mientras exista disposición de ambas partes siempre hay esperanza), el tercer camino es el más tenebroso, quedarse en el “limbo” afectivo, es decir, la pareja ya terminó pero siguen teniendo encuentros ocasionales, se siguen frecuentando pero aun no se reconcilian. 
El cerebro sabe que los problemas son para resolverse, frente a una ruptura hay dos posibles soluciones: la aceptación de la ruptura y la adaptación o la reconciliación, sumergirse a profundidad en cualquiera de las dos soluciones disminuye radicalmente los niveles de estrés, quedarse en el “limbo” puede ser más practico pues uno no se tiene que enrolar en las pequeñas tareas de adaptación o modificar algunos aspectos disfuncionales en la pareja, ni mucho menos tener que sentirse mal por extrañar a alguien o tener que tolerar sus cosas, pero esta estrategia prolonga el estrés, las respuestas del estrés son tres: alarma, resistencia y fatiga. La alarma implica reacciones como hipertermia, hiperventilación, taquicardia, sudoración, entre otras, el cuerpo brinda una respuesta de emergencia para resolver una situación mediante la huída o el ataque, cuando no solucionamos la situación nuestro cuerpo reacciona adaptándose al estrés por lo cuál los síntomas de alerta disminuyen, sin embargo se sigue produciendo cortisol, la hormona del estrés, la cuál sintetiza aceleradamente los azucares, su exceso provoca un descenso de los anticuerpos, lo cuál nos deja a merced de la fatiga, es decir la aparición de enfermedades desde las digestivas, cardiovasculares y hasta algunos tipos de cáncer.
Cuando prolongamos el estrés vamos camino a la fatiga, hay gente que prolonga su estrés y no considera que eso sea un problema, sin darse cuenta se encuentran lidiando con abruptos ataques de ira, inflamación intestinal, gastritis, migrañas entre otras cosas.

NO OLVIDAMOS POR QUÉ NOS AFERRAMOS A LA HOMEOSTASIS.
Hay dos hechos, el cerebro necesita almacenar todas las experiencias que le resultan de suma utilidad, esa es la razón por la cuál nuestra memoria es más de tipo emotiva que fidedigna, el cerebro necesita usar esos recuerdos para prepararnos para futuras tareas. Cuando recuerdas algún episodio de tu vida reflexiona ¿qué hay en ese episodio que has dejado de hacer?, ¿cómo te sentías en esa ocasión?, ¿cómo eras en ese momento?, ¿cómo eres ahora?, te darás cuenta que tus recuerdos son un llamado al futuro, te proporciona herramientas útiles del pasado para que sigas adelante.
El segundo hecho es que las rutinas nos llevan a un equilibrio mental y corporal (homeostasis), por eso nos da hambre a las 10am, o nos da sueño a las 11pm, por citar un par de ejemplos, así hemos preparado al cuerpo. Cuando estamos en una relación de pareja suceden cosas como saber que alguien nos quiere, que vamos a salir para el fin de semana, pasaremos navidad juntos, nos enviamos mensajes o nos llamamos periódicamente, estas rutinas nos otorgan un sentido de estabilidad y equilibrio. Cuando hay una ruptura tenemos que cambiar nuestras rutinas por muy gratificantes que sean, la ruptura implica un desequilibrio y por lo tanto nuestro cuerpo buscará inmediatamente restaurar el equilibrio (es la misma razón por la cual las personas disminuyen su ingesta de calorías y se incorporan a hacer ejercicio, les atrapa un hambre voraz, su cuerpo desea restablecer el equilibrio), por eso hacemos cosas que nos parecen ilógicas, ¿Por qué le busco cuando me hizo daño?, la ruptura señala crisis, desequilibrio, pero también revela las actividades que hemos dejado de hacer, naturalmente cuando nos enfocamos en hacer una vida en pareja dejamos de priorizar actividades individuales, dejamos de frecuentar familiares, amigos o incluso dejamos de hacer cosas que antes nos resultaban agradables. 
El reto consiste en asimilar la ruptura, aceptar que nuestra rutina ha cambiado, no temas en enfrentarte a visitar los lugares que frecuentaban juntos, será más sencilla la adaptación. La adaptación consiste en eso, enfrentarte a realizar las cosas y ajustarte a ello, eliminar a esa persona de tu lista de contactos, llorar como una señal de pérdida, tristeza, enojarse como una señal de que hubo cosas irregulares que te afectaron y que por tanto no facilitan las condiciones para continuar con la relación, hablar con algún familiar íntimo o amigo sobre la ruptura y desahogarte como una muestra de que tus rutinas están cambiando, sentarte a diseñar una lista de planes, actividades y cosas que deseas implementar a corto, mediano y largo plazo para reajustarte a una vida nueva en donde la persona ya no figura sino solo como una experiencia significativa que con el tiempo se ajustará a su significado real. 
¿Recuerdas cuando terminaste esa relación tan importante cuando tenías 17 años?, ahora es motivo de risa tanto drama en ese momento, ¿qué tuvo que pasar? tiempo, la clave está en el tiempo.

Enfréntate a incorporar nuevas rutinas a tu vida, no desesperes pues esto requiere tiempo, ni te darás cuenta cuando tu propio cuerpo esté dispuesto a enamorarse de nuevo, se paciente.




¿Tienes algún problema? Contáctame, juntos encontraremos una solución. 

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Comentarios

  1. Justo en estos días necesitaba leer algo como esto. No queda más que asumir los hechos, entenderlos como experiencias. Buena nota, gracias.

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    1. Muchas gracias por tus comentarios Ricardo, palabras valiosas que son solución: Aceptación, adaptación y tiempo, un abrazo.

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