Desear y querer.


Primero que nada nuestro primer deseo no es nuestro, siempre es el deseo del otro, son los padres dirigiéndote, diciéndote lo que requieres hacer.

Esto es clave porque no hay un Yo al principio, entonces en lugar del Yo está el deseo del otro, eso nos restringe y nos dirige algunos de nuestros impulsos, entonces asimilamos las visiones del otro, sus planes, sus ideas, sus objetivos, miramos con sus ojos, hablamos con su voz, nos encontramos en una posición dependiente. El deseo está lleno de fantasía, todo aquello que deseamos luce perfecto porque también es mucho más fácil desear lo que todo mundo desea, eso no nos mete en ningún conflicto, desear algo que de antemano ya se deseó implica complacer al otro, implica pertenecer, cuando nos movemos de manera sincronizada bajo el guión que nuestros padres/ la cultura han escrito para nosotros les complacemos y adquirimos una identidad bajo la recompensa que nos aporta lo social.

Pero también nosotros demandamos, esperamos que el otro (los padres, la cultura, el mundo) funcione de acuerdo a mis expectativas y cuando eso sucede se ve amenazada la posición dependiente, eso que deseo no lo puedo cumplir a través del otro, entonces entra la frustración o entra la insatisfacción, la desilusión, el reproche y la parálisis que caracteriza el individuo demandante, ese individuo que sigue esperando concretar su deseo a través del otro. La desilusión y la frustración son una buena medicina, la frustración en el sentido de asimilar que no todo lo que deseo lo puedo concretar y puedo vivir en paz con eso, la desilusión en el sentido de que me he dado cuenta de que a través del otro no puedo conseguir lo que deseo, que estoy solo en esto, qué hay complicaciones, que hay miedo de no conseguir aquello que deseamos o que lo consigamos y no sea cómo esperábamos, cuando decides asimilar y tolerar todo esto, persistir en hacer algo para conseguir aquello que deseas ya no transitas en la fantasía, el deseo moviliza pero es acompañado de la angustia, de saberte solo con tus deseos y con tus angustias, de que aquello que quieres conseguir no lo puedes conseguir a través del otro, que estás solo en esto, que el tiempo pasa y estás muriendo, asimilar esto empuja la aparición del Yo, ese que nace de la desilusión, de saber que con el otro no se cuenta para conseguir lo que uno desea, que el otro tiene sus propios deseos, que a veces quieren lo mismo pero no de la misma forma. En la simbiosis no hay un Yo, está el deseo del otro ocupando ese lugar, cuando se sabe que el otro es negligente o incompetente para encauzar mi deseo es tiempo de hacerse cargo de lo que uno quiere, también a veces lo notamos cuando lo que el otro demanda de nosotros no lo deseamos, no queremos mirarnos más en esa mirada ni hablar con esa voz, ahí hay una ruptura que nos divide: tú eres tú y yo soy yo, justamente ese separación es la que nos permite que exista una relación, sin uno y sin otro no hay relación, hay simbiosis, hay dependencia, uno y otro son dos individuos que desean, que se frustran, que se sienten insatisfechos pero que siguen deseando, no lo mismo pero son capaces de ceder, que han decidido caminar e involucrarse con las angustias de su vida, con sus deseos que a pesar de que jamás son como los imaginamos, nos movilizan y nos conducen a un descubrimiento, que pese a las frustraciones y a las insatisfacciones seguimos deseando, ahí en ese punto ya estamos en el terreno del querer. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

TEST DE GOTTMAN: Identifica si una relación ya no tiene remedio.

10 ARGUMENTOS TRAMPOSOS E ILOGICOS EN UNA DISCUSIÓN (APARENTAR QUE SABEMOS).

Sobre la idolatría, el narcisismo y el odio.