Un vistazo psicológico a la eliminación de la selección mexicana: “¡Nos robaron!”


El futbol en sí mismo es un deporte que reúne grandes multitudes debido a que constituye un símbolo. En el ámbito de la psicología el símbolo es la representación condensada de ideas, experiencias, expectativas e ilusiones, es decir, un símbolo puede ser el pasado y el futuro al mismo tiempo.

La reunión de un grupo de personas que constituyen una tribu y que persiguen un balón con el objeto de echarlo en la red hace referencia a nuestras experiencias tribales más primitivas relacionadas con la supervivencia. La tribu que más balones/ presas echa a la red es quien ha resultado vencedora pues ha sobrevivido al menos un día más, tiene que comer, se saben una tribu fuerte, unida y todos aquellos aspectos que hacen que uno quiera pertenecer a esa tribu para tener la seguridad de la supervivencia.

El cerebro humano tiene una predilección magnética ante todo lo simbólico, por eso mismo, respondemos con mayor premura a lo simbólico que a lo real. ¿Quién no se ha conmovido o emocionado con la ficción de alguna película?, ¿Cuántas personas evitan pasar por debajo de una escalera?, así en medio de costumbres, hábitos y creencias como la ingesta de las uvas en el simbólico inicio de año, levantarse con el pie derecho, colocarnos un anillo de compromiso, entre tantas cosas es que podemos saber nuestro interés automático por lo simbólico, lo cual no significa que esto sea bueno o sea malo, simplemente es funcional, así funciona nuestro cerebro y no podemos avergonzarnos por nuestra idiosincrasia, es necesario conocernos, comprendernos y reinventarnos.

¿Por qué nos enojamos, conmovemos o alegramos con una película si sabemos que es ficción? Debido a nuestra capacidad de identificarnos con el otro, por un lado nuestra naturaleza egoísta bien descrita por Richard Dawkins, por otro lado nuestra capacidad de generar empatía a través del funcionamiento de nuestras neuronas espejo y finalmente por nuestro antropocentrismo heredado históricamente por las ideologías generacionales, el hombre es el principio y el fin de todo.  Así nosotros nos sentimos los protagonistas de la película, los villanos, los amigos y en el caso del futbol los participantes, los ganadores o los derrotados, así es que podemos entender el por qué una eliminación en el mundial de futbol puede llevar a reacciones tan radicales como la depresión, el suicidio y la violencia, entre otras cosas.

En el caso de la eliminación de la selección mexicana hubo reacciones diversas y encontradas, todas dignas de un análisis en el diván, por un lado aquellos quienes se alejan del futbol enajenante con una marcada burla respecto a los pobres ingenuos aficionados del futbol, por otro lado aquellos quienes atorados en la fase de la ira del duelo clamaban con frustración “Otra vez los ya merito…”, “Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, “¡No se pudo!”, también quienes manifestaban un orgullo y una lealtad incondicional ante la tribu derrotada.

Sin embargo, lo que más atrapó mi atención fue la respuesta ante la derrota de parte de los jugadores y directivos de la escuadra nacional quienes elaboraron un discurso que una gran mayoría adoptó, el discurso comienza con un “Al principio nadie creía en nosotros…” pasa por un “sin embargo mejoramos al demostrar personalidad y calificar de manera determinante a octavos de final…” y termina con el mensaje que se ha viralizado “…pero la decisión arbitral pesó en el resultado y eso es lo que no nos permite continuar.” Cabe destacar que no todos los elementos del seleccionado nacional compartieron el mismo discurso, yo deseo centrarme en el discurso que fue emitido al calor del final del encuentro y se viralizó, adaptándose por una afición tan acostumbrada al “¡Nos robaron!”.

En México estamos muy acostumbrados al “¡Nos robaron!” como una explicación para nuestro sistema de vida: la injusticia, la desigualdad, la pobreza, el futbol, la política, incluso ha sido el lema posterior a las elecciones, en nuestro ADN ideológico el “¡Nos robaron!” es eficiente para darnos cierta resignación y postergar nuestros objetivos. Somos los héroes de las tragedias, a la eliminación mexicana se le ha titulado “La maldición de los octavos” en otras ocasiones ha sido “La maldición de los penales”, en otras áreas ha sido “La maldición del sistema político” y así pues el problema de México es algo ajeno a nosotros, terminamos siendo víctimas de fuerzas sobrenaturales que confabulan para propiciarnos un trágico destino, por eso en México necesitamos héroes, santos y mesías, aquellos guías que nos podrán librar de nuestro trágico destino, por tanto esperamos que Chicharito, Giovanni, el Piojo, el Peje, el guapo, el hermoso, el reformista, el autodefensa, alguien, un caudillo, un mesías, un estadista, la virgen, un santo, una fuerza sobrenatural, la suerte, el árbitro o alguien nos pueda sacar de nuestro destino. Curioso que en la revista Time el título del artículo dedicado al Presidente de México sea “Saving Mexico”, esto explica mucho de nuestro inconsciente colectivo. Se habla menos de colectivos y más de individuos, así es que nuestra historia se convierte en futuro, en México el poder se ha otorgado a individuos, se desconoce en los colectivos, en los grupos, en las masas, el poder es de Robben, del árbitro, siempre los individuos pesan más. Así pensamos, así vivimos para bien o para mal, también es destacable que cuando Andrés Manuel López Obrador convocó al cerco al Senado de la Republica en contra de la reforma energética, el líder de la oposición tuvo que ausentarse durante algunas semanas debido a problemas de salud y no pudo participar, al no hacerlo la convocatoria perdió fuerza.

El juego es un símbolo, en ese símbolo hay elementos cruciales que representan la lucha por la supervivencia del ser humano, en el futbol hay reglas y hay vacíos en ellas, tal cuál como en las leyes o en las normas morales, por eso hay mañas en el deporte, oportunismo en las leyes, transas, injusticias y desilusiones en el terreno de la ética. En el futbol no se juega solamente contra otro equipo, se juega contra la pifia arbitral, contra la astucia y la marrullería del contrario, se juega contra el clima, se juega contra la victimización, contra la ansiedad, en contra de los complejos, también se juega tomando decisiones al momento, tomando riesgos. Cuando se tenga en mente eso y se renuncie a la victimización en verdad ganaremos, ahora podemos ganar aceptando la derrota, asumiendo nuestra responsabilidad como colectivos. Y si, por lo mientras, en México, en muchos niveles de la vida estamos jugando como nunca y perdiendo como siempre.

Jonathan R. Flores Ahumada.

Psicólogo Clínico.

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